ACOMPAÑAMIENTO LITERARIO

martes, 26 de mayo de 2020

¿CUÁNTO MIEDO NECESITAMOS?

¿Cuántas veces te has lastimado queriendo o sin querer? 
¿Cuántas veces has pactado contigo y cuántas te has vuelto a traicionar?
¿Cuánta es la cantidad de miedo que necesitamos para que podamos abrir los ojos?
¿Cuánta cantidad de miedo necesitamos para aprender a caminar solitos, para saber decir adiós, para levantar nuestro mirar y dar un nuevo respiro?
¿Qué necesitamos o qué es lo que nos sobra para reconocer nuestro camino, para retomar nuestro andar y despejar las nubes que nublan nuestro mirar?

Suspiramos al despertar y es solo una lanza lastimosa a nuestra serenidad, nuestra memoria y la supervivencia. Suspiramos para revivir y volver a morir con consentimiento en mano y no nos dimos cuenta que a cuenta gotas nos desangrábamos.
Hay momentos en los que perdemos nuestra luz, nuestros valores y también nuestra dirección, si alguna vez la tuvimos. Hay momentos en los que exigimos a la vida sin poder observar lo que ya tenemos y entonces, descuidamos hasta nuestro descanso. Recorremos la vida de una manera tan veloz que apenas tenemos tiempo para respirar y asimilar nuestra realidad. 
A veces solo necesitamos un alto en seco que nos diga que no somos nada y que es momento de hacer descargas y entonces en contra de nuestra voluntad, notamos que en verdad podemos hacerlo, que a veces los bloqueos son solo auto impuestos y nada más, no nos damos cuenta de lo demás.

Entonces, ¿cuánto miedo necesitamos para despertar o es que dependemos tanto de él que lo tenemos como primera necesidad? ¿qué lección de vida reprobamos para obtener a cambio dudas y temor? A veces nos cuestionamos qué es lo que no supimos intercambiar, pero no comprendemos que no se trataba de canjear la tranquilidad por inestabilidad emocional y nos rehusamos a comprender las metáforas del vivir porque nunca nadie nos enseñó a vivir y ni cómo proceder y entonces, despertamos así, preguntándonos cuánta cantidad de miedo necesitamos para reencontrar nuevamente nuestra paz. 




jueves, 7 de mayo de 2020

VIVIR EN ABUSO ES NORMAL

Nos piden hablar con voz baja o si es posible emitir silencio; nos piden resignación y un poco más de cobardía, nos piden también lágrimas a cuentas gotas o mejor en la garganta tensos nudos. Nos piden todo eso que ya sabemos hacer, nos piden condiciones que sabemos de memoria, nos piden a cambio de ellas, silencio.

Nos atan las manos y a veces nos clausuran el mirar, nos encadenan con lo falso y también la irrealidad, nos piden dormir al lado del temor y si es posible, mejor no despertar; nos piden menos credulidad y desconfianza en centenar y encima, nos piden silencio.

Vivir así ya es normal. Vivir con la carencia emocional, con nuestras raíces de fuera y con nuestro corazón expuesto es lo más ideal. Vivir ahogados entre llantos o de lo que nunca pudimos decir, es normal y encima, nos piden silencio.

Vivimos así, a mitad de lo real y lo ideal. Vivimos en constante lucha con opuestos, vivimos en desgaste por alzar la voz, vimos agotados por pedir no más silencio. Agotada nuestra esperanza está por pelear la lucha que esta vez desea ver ganar, agotadas nuestras fuerzas y las ilusiones también, y en medio de ello, silencio.

Vivimos con temor, caminamos de la mano del miedo, ni un poquito lejos pues nos da seguridad, vivimos con terror a trasgredir, vivimos en lo profundo de las dudas, vivimos en el mar abierto de posibilidades que no vemos. Vimos con el corazón sellado, con astillas en el pecho para prevenir. Vivimos con las manos frías y a pasos suaves para así, no despertar a la sociedad, esa que no nos quiere ver revolucionar; entonces sí, preferimos vivir detrás de nuestra sombra, es mejor así, porque igual, vivir con despotismo racional aquí no es normal, no es normal llamar así a lo que es.

Vivimos con temblores en el cuerpo, vivimos un trastorno social donde el absolutismo es normal, donde el silencio es la llave para el tirano, la opresión; pero las voces hacia el cielo no son suficientes para exigir justicia ni para detener lo anormal, porque ya el abuso a la dignidad es normal. Vivimos en diacronía.
Olvidamos lo que es vivir en sitonía, hay melancolía en esta, nuestra triste melodía de vida.


ES FÁCIL

Es fácil juzgar al otro, es fácil apuntar hacia abajo cuando el ego nos escala un nivel arriba. Y desde ahí arriba es más sencillo ver sus h...